EL BUEY, LA MULA Y EL BELÉN

>EL BUEY, LA MULA Y EL BELÉN

Son varios los Profetas del Antiguo Testamento que nos hablan de la llegada del Salvador, del Mesías. Miqueas nos comenta donde nacerá el Hijo de Dios (5:1-3) “…Pero tú, Belén de Efratá, pequeña entre los clanes de Judá, de ti me saldrá quien señoreará en Israel…”

E Isaías, con anterioridad nos dice: “El buey conoce a su amo, y el asno el pesebre de su dueño” (Is 1:3). Esta frase ha sido entendida desde los principios de nuestra religión como la necesidad de que tanto los judíos como los paganos (representados por el buey y la mula), es decir la Humanidad, precisan de un Salvador. En estas palabras de Isaías se basan los Padres de la Iglesia para colocar junto a la cuna del Niño Jesús, un buey y una mula, que reconocen al Hijo de Dios. Es simplemente un simbolismo, una representación y el Belén es eso, una representación llena de simbolismos.

¿Nos habla el Evangelio de Mateo de tres Reyes Magos?. Pues no; Mateo nos dice “…llegaron del oriente a Jerusalém unos magos…” (Mt 2:1) y “…le ofrecieron como dones oro, incienso y mirra (Mt 2:12). El Evangelio nunca nos habla de cuantos fueron, históricamente se ha deducido, por los dones que se ofrecen, que fueron tres, y a partir de la Edad Media uno de ellos empezó a ser de raza negra. En los Reyes Magos vemos el reconocimiento de los poderosos y de los paganos al Mesías, que junto a la representación de los tres continentes conocidos es un símbolo más en el Nacimiento.

En su libro, en la página 77, el Papa Benedicto XVI, “La Infancia de Jesús”, escribe: “El pesebre hace pensar en los animales, pues es allí donde comen. En el Evangelio no se habla en este caso de animales, y también dice: La iconografía cristiana ha captado ya muy pronto este motivo. Ninguna representación del nacimiento renunciará al buey y al asno”.

Literalmente dice: “María puso a su niño recién nacido

en un pesebre. De aquí se ha deducido con razón que Jesús nació en un establo, en un ambiente poco acogedor -estaríamos tentados de decir: indigno-, pero que ofrecía, en todo caso, la discreción necesaria para el santo evento. En la región en torno a Belén se usan desde siempre grutas como establo.

El pesebre hace pensar en los animales, pues es allí donde comen. En el Evangelio no se habla en este caso de animales. Pero la meditación guiada por la fe, leyendo el Antiguo y el Nuevo Testamento relacionados entre sí, ha colmado muy pronto esta laguna, remitiéndose a Isaías 1,3: “El buey conoce a su amo, y el asno el pesebre de su dueño; Israel no me conoce, mi pueblo no me comprende”.

En la singular conexión entre Isaías 1,3, Habacuc 3,2, Éxodo 25, 18-20 y el pesebre, aparecen los dos animales como una representación de la humanidad, de por sí desprovista de entendimiento, pero que ante el Niño, ante la humilde aparición de Dios en el establo, llega al conocimiento y, en la pobreza de este nacimiento, recibe la epifanía, que ahora enseña a todos a ver. La iconografía cristiana ha captado ya muy pronto este motivo. Ninguna representación del nacimiento renunciará al buey y al asno”.

Esta última frase, escrita por el propio Papa Benedicto XVI, zanja definitivamente esta polémica.